Reforma cisneriana o Reforma de Cisneros es el nombre con el que la historiografía designa a un conjunto de reformas, centradas en el ámbito eclesiástico, que acometió el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, confesor real de Isabel la Católica, arzobispo de Toledo, inquisidor general y regente de Castilla.
La necesidad de reforma de la Iglesia era ampliamente compartida por los ambientes humanistas de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI.
Las reformas de Cisneros, que contó con la total confianza de los Reyes Católicos, no significaron ningún tipo de cambio teológico, como el que poco tiempo después significó la Reforma luterana (Cisneros muere en 1517, a pocos días de que Lutero diera a conocer sus tesis de Wittenberg), sino una reorganización institucional o reforma del clero, tanto del regular como del secular, que convirtió a la Iglesia española en un mecanismo disciplinado, estrechamente vinculado a la política y los intereses de la Monarquía hispánica durante todo el Antiguo Régimen.
La obra reformista de Cisneros comenzó con la de la Orden Franciscana, de la que fue nombrado provincial.
Posteriormente, como arzobispo de Toledo, acometió la refundación de la Universidad de Alcalá (1508), que se transformó en un modelo de formación y reproducción de la élite dirigente, tanto en la burocracia de la monarquía como en la Iglesia.
Las reformas de Cisneros en el ámbito de la liturgia afectaron al denominado rito hispano o mozárabe, incluyendo sus manifestaciones artísticas (canto mozárabe).
El programa reformista también incluyó, con el propósito de reavivar la religiosidad popular, la traducción al castellano de obras selectas de la teología, así como de la Biblia (especialmente de las Epístolas y los Evangelios). Una obra ambiciosísima, la Biblia Políglota Complutense (en hebreo, latín y griego), no llegó a tener la difusión esperada.
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